sábado, 27 de febrero de 2016

ANTICIPO DE LUZ Y CALOR



Una de las ventajas de vivir en una ciudad no tan soleadas como otras –ésta es la crítica principal a Paris del 95% de los españoles e italianos residentes en París- es que, hay días-sorpresa en las que el Sol aparta de un manotazo las nubes y elige iluminar cada resquicio de los balcones, de las piedras, de los jardines y de los rostros de sus habitantes.

Estos días son mágicos. Es como si, de golpe y plumazo, nos hubiéramos plantado en una primavera prematura y el aire, el fresco y ese calorcito que dora tímidamente la piel no deje lugar a otra opción más que la de echarse a la calle para tomarse un café y un croasán en una terraza junto a otros lugareños vecinos; y luego, nos paseemos por parques, ríos, mercados, jardines o simplemente las calles, despacito, sin prisas, sólo saboreando la fortuna de estar vivos, de tener techo, comida, salud, amor, amistad, alegría y, vivir semejante regalo.

Es uno de esos días en que las cosas simples toman su dimensión correcta –que no desproporcionada- y somos más conscientes que nunca que ésta, la única vida que todos y cada uno de nosotros tenemos a nuestra disposición, se acerca mucho al sueño de vida anhelada que diseñamos hace tiempo a base de blandir empeño y alegría a partes iguales –cosa que, dicho sea de paso, sólo importa a nivel individual-.

Me preguntabas de donde sale la belleza. Después de pensarlo un buen rato, yo diría que sale de la fugacidad y la alegría. Estoy casi seguro. O quizá sirva una imagen: la belleza sale del temblor del puente que comunica las cosquillas con la verdad. Cuando tiembla este puente, es señal que algo importante está cruzándolo. 

El viajero del siglo. Andrés Neumann

domingo, 21 de febrero de 2016

EL SUPERPODER DE LA PLANIFICACIÓN


En ciertas ocasiones, planificar las cosas no suele estar muy bien visto. Se suele tachar de pérdida de fluidez, de rigidez en las decisiones y argumentos de este estilo.

Por el contrario, yo me declaro una empedernida del trazado de planes. A pequeña y gran escala. A escala de horas y escala de meses. Y es que me gusta saber a donde me dirijo. Saber como puedo encauzar mi vida hacia aquello que yo –y nadie más que yo- quiero. Adoro la satisfacción inigualable de, una vez alcanzado tu objetivo, poder echar la vista atrás y visualizar cómo hemos encaminado los pasos hacia una meta y cómo nos hemos acercado a ella, aunque quizá no haya sido por el camino más corto.

Y creo que ésa es la clave para reconciliar mi afán de planificación con sus detractores. El hecho de trazar un plan, no implica que se haya de llegar por el camino más corto, sino el que nos reporte más beneficios por el camino -cosa imposible de saber a priori-. Es algo similar a jugar al Risk o a Ticket to Ride -desde aquí os los recomiendo vivamente-.

Así, trazar un plan implica impulso y dirección. Implica reflexión prematura para escoger, consciente y serenamente cual es el objetivo que te interesa. Implica definir un plan inicial –acompañado de segundos planes, en caso de cambios inesperados o tempestades en el camino- de alcance del objetivo deseado. Y finalmente, implica que vas a comenzar a andar por ese camino pero que la vida quizá te hará hacer rodeos, modificará tus expectativas y en muy escasas ocasiones eliminará tu objetivo -pero quizá entonces ya hayas encontrado un objetivo más interesante-.

En otras palabras, planificar no tiene nada que ver con rigidez. Es simplemente saber qué queremos a cada momento –grandes y pequeños objetivos-; tomar conciencia de a donde vamos, escogiéndolo libremente y, finalmente llenarlos los bolsillos de pequeños útiles que usaremos en un -más o menos- ambicioso camino.

jueves, 11 de febrero de 2016

DE INFLEXIONES Y RITMOS



Demasiadas cosas pasando a la vez en los últimos tiempos. Que si reuniones, que si seminarios, que si plazas, que si viajes, que si ondas gravitacionales, que si burocracias, que si cursos de francés, que si citas pendientes, que si convivencias... y si, en efecto, como consecuencia, me está costando encontrar un rato de lucidez para dedicar unas palabras por aquí, aunque éstas produzcan eco o caigan en saco roto.

Quizá éste sea el principio del fin de este blog, no lo se todavía. Lo que si que parece bastante realista es que en esta nueva etapa de mi vida, va a ser bastante complicado que los motores de este barco mantengan su ritmo. No me gustaría dejarlo totalmente a la deriva, estos lares me han dado (y me dan) mucha alegría, sorpresas, paz y tranquilidad. Además, han creado una rigurosidad de pensamiento, un baúl de recuerdos, un enfoque de vida, un cúmulo de hallazgos, un cristal diferente con el que mirar la realidad y, aunque no tengo muy claro, para qué ha servido todo esto, he disfrutado mucho por el camino.

Con esto sólo anuncio pues, una ralentización en los timones, acordes con los ritmos vitales de su timonera. Sólo el destino, vosotros o la vida, decidirá cómo evoluciona el rumbo de este blog en este nuevo océano que atravesamos.