Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años, puebla un espacio de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.
J.L Borges
Todo sería como una inquietud, un desasosiego, un desarraigo continuo, un territorio donde la causalidad psicológica cedería desconcertada, y esos fantoches se destrozarían o se amarían o se reconocerían sin sospechar demasiado que la vida trata de cambiar la clave en y a través y por ellos, que una tentativa apenas concebible nace en el hombre como en otro tiempo fueron naciendo la clave-razón, la clave-sentimiento, la clave-pragmatismo. Que a cada sucesiva derrota hay un acercamiento a la mutación final, y que el hombre no es sino que busca ser, proyecta ser, manoteando entre palabras y conducta y alegría salpicada de sangre y otras retóricas como ésta. Rayuela. Julio Cortazar.
Vaya día bonito de renacimiento se prepara. Una se coge la maleta de nuevo y esta vez se va a trabajar con un colaborador y amigo a Marsella -un abrazote desde aquí, Brian-. A concluir, a zanjar trabajos pendientes. A hincharnos a discutir, a llenarnos de puntos de vista diferentes, a plasmarlo en una pequeña obra de arte que saldrá cuando acabe la semana.
Además, ante un verano recién estrenado, una comienza sus estiramientos para correr el sprint de seis meses finales de esta etapa vital, respira hondo, elabora un estricto horario consistente en ir cerrando uno por uno los capítulos abiertos que ya llevan demasiados meses rondando en los escritorios y en un febril disfrute de las noches veraniegas andaluzas, con sus risas, sus tapas, sus amigos, su arte, sus playas, sus conciertos y su alegría. Que duerma Rita, que en mi agenda no hay espacio para eso.
Y no es casualidad que esto comience en pleno solsticio de verano, en el día en que hay más luz del año, en el día en que el fuego quema todo lo malo de los últimos tiempos y la brisa y el agua esparce lo bueno que va a venir.
Aunque lentamente, ya estamos llegando al verano, y como siempre ese olor inconfundible me vuelve a provocar la morriña propia de noches pasadas, jóvenes, brillantes, verdaderas en las que no había otra más que dejarnos llevar.
Ahora –y siendo consciente de que tenemos otras muchas cosas- las capas de protección y las armaduras nos provocan que sólo muy de vez en cuando dejemos fluir las cosas. Así que propósito para este verano: analizar menos y fluir más.
Fue un agradable atardecer de primavera. El azul del crepúsculo empezó a oscurecerse, como si una brocha invisible diese capas y más capas de pintura, hasta tomar tintes cada vez más oscuros. Cuando me cansé de leer, escuché el Trío opus 100 de Schubert interpretado por Stern, Rose e Istomin. Desde hacía años, siempre escuchaba este disco cuando llegaba la primavera. Como en respuesta a los tonos de la obra, sentí esa peculiar melancolía que destilan las noches de primavera. En esas noches, me parece que hasta el corazón se me tiñe de esa dulce oscuridad azul. Baila, baila, baila. Haruki Murakami.
Acabo de ver esta película que me ha parecido una -poco conocida- gran obra de arte: De tu ventana a la mía –un besazo desde aquí Manu por la recomendación-.
No os voy a engañar. Se que estoy algo sesgada porque toda ella transcurre en Aragón, concretamente en Canfranc, los Monegros y Zaragoza. Pero aún así, esta historia va sobre tres mujeres fuertes que tienen que enfrentarse a la vida que les toca, a las circunstancias de su tiempo, al dolor, a la enfermedad, a la pérdida, a la soledad, al engaño.
Lo curioso del caso es que, si bien las vemos flaquear, en ningún momento tenemos duda alguna de que lograrán salir victoriosas, de que saldrán adelante, de que harán todo lo que esté en su mano para continuar, de irán mucho más allá de sus límites. De que dirán algo así como:
No pienso quedarme aquí, viendo la vida a través de los cristales. Voy a vivirla.
Añadidle poesía, mariposas, espejos, campos de trigo, caricias al sol, ovillos de lana, viento, lluvia, cortes en los dedos, un Aragón maravilloso, una aragonesa a la voz -la siempre grande Carmen Paris- y otra aragonesa a la dirección que además debuta con esta película, Paula Ortiz. Enhorabuena, gracias y mucha suerte desde aquí por este magnífico trabajo.
Fernández-Díaz le preguntó por qué tiene tanta importancia la mujer en sus obras y Pérez-Reverte le dijo que la mujer es el único héroe posible que todavía puede ofrecer historias nuevas para los narradores. “Ahora la mujer está siendo cosas que nunca fue, pero aún no ha dejado de ser coas que siempre ha sido. ¿Cómo hacer compatibles tu instinto, las costumbres, lo que exigen de ti como madre, esposa, amante… con lo que te exige la sociedad como trabajadora, luchadora? Nadie ha escrito sobre la mujer del siglo XXI todavía”.
Entrevista a Pérez-Reverte, El País.
¿Sabíais que abrir los brazos, expandirse, repanchingarse es un signo de seguridad, de optimismo, de poderío? ¿Sabéis que lo hacen muchos animales –no sólo mamíferos- en la naturaleza?
Y lo más curioso, ¿sabéis que se ha demostrado que forzarse a estirarse antes de algo que nos da miedo o nos reta produce mejores resultados que no hacerlo? Fijaros bien en esto, porque casi raya la categoría de superpoder. En otras palabras, se ha demostrado que la vida nos puede ir mejor –al igual que siendo optimistas o seguros de nosotros mismos- cuando nos enfrentamos ante cualquier situación con, tan solo abrirnos o estirarnos dos minutos al día.
Como bien nos animan en esta gran charla, no queda más que difundir este gran secreto, poder, propiedad… Gràcies a Gemma y Ferran por compartirlo conmigo.
Después de un fin de semanas de recargar pilas con conciertos, amigos, risas, cafés, música, locura, sobrinines, ciudades preciosas, gorgoritos y reencuentros, con la mecha prendida con la energía acumulada, con los músculos todavía doloridos, con la voz en proceso de recuperación, puedo afirmar que ha ocurrido de nuevo: el tiempo se ha dilatado y esas apenas 72 horas han dado lugar a pliegues temporales que se ocultaban en el segundero.
Una vez más, la combinación explosiva de buenos amigos y buena música ha actuado de bálsamo contra la tristeza, el cansancio y la rutina. De nuevo, afirmo con rotundidad que soy extremadamente afortunada, que pese a todo, esta vida merece la pena, que por mucho que pasen los años, hay cosas que permanecen intactas.
En unas horas repetiremos una de las experiencias más alucinantes de la vida: un concierto en directo. Y un concierto cualquiera, no. Un Muse con sus cuatro letras, toda su energía e infinita autenticidad. Con nada más y nada menos que siete amigos -besos a todos desde aquí-, una Barcelona exultante y una explosión de energía que ya se está calentando en mis venas.
Repetimos experiencia tras tres años sin sentirlos en directo… Con compañeros de concierto, ciudad y país diferente. Pero con las mismas ganas de botar y rebotar hasta que no quede ni un atisbo de fuerza. Agarraros, el viernes noche la cosa promete ser apabullante.
Hubo un tiempo en el que aprendimos a saltar las olas. Un tiempo en el que no nos asustábamos ante las paredes repletas de energía arrolladora. Un tiempo en el que disfrutábamos y nos relajábamos con la fuerza de los elementos. En el que dejarnos llevar por lo que está por encima de nosotros provocaba placer, nos empachaba de libertad. Tiempo en el que sabíamos de la existencia de más océanos, más gotas, más libertad desencadenada.
Poco a poco, nos fue atrapando el miedo. Ya no nos acercábamos mucho a las grandes trombas de agua. Ya no nos arriesgábamos a sentirnos golpeados. Nos enseñaron a pasar las olas por debajo para evitar cualquier tipo de golpe. Perdimos la inocencia. Nos hicimos realistas, preocupados, mayores. Dejamos de confiar en el mar, en que nos acunaría, nos diría qué hacer, nos tranquilizaría.
Pero ese distanciamiento está acabando. Vamos a volver zambullirnos entre las corrientes, vamos a diluir todos los músculos, a sentir la escozor de la sal, a llenarnos de luz y brisa. Vamos a confiar en el despertar de esa energía que nos zarandea y nos sopla las heridas. Vamos a bracear y despertar de este letargo.
En estas páginas hay espacio para la reflexión, las bitácoras, los viajes estelares y los terrenales, las experiencias compartidas y todos aquellos instantes que hacen cada sitio, cada momento de nuestra vida, un lugar inolvidable. Bienvenid@.
We do not grow absolutely, chronologically. We grow sometimes in one dimension, and not in another; unevenly. We grow partially. We are relative. We are mature in one realm, childish in another. The past, present, and future mingle and pull us backward, forward, or fix us in the present. We are made up of layers, cells, constellations.
Anaïs Nin