lunes, 17 de febrero de 2014

PEQUEÑAS FLUCTUACIONES DE LO TOLERANTE

Hoy voy a hablar de un tema al margen de un correo que he recibido de mi amigo Juan –un abrazo desde aquí-, quien tiene la virtud de hacernos reflexionar a la vez que sonreirnos con sus geniales misivas: Vini, vidi, vincit y Al otro lado del telón de acero.

En su correo de hoy, hablaba sobre un artículo titulado “El fin de la tolerancia”. Como por mucho que me esfuerce en mirar ese puñado de letras en ese idioma frío y calculador, no voy a acabar de entender más que un puñado de palabras, me quedo con la sugerencia del título, con este fantástico corto titulado Majorite Opprimée (Mayoría Oprimida)



y con las inspiradoras reflexiones de Juan que copio a continuación con su permiso:

<<El articulo parece bastante interesante, aunque no soy tan listo como para entenderlo todo. Pero si me ha llevado a reflexionar sobre aquello que nuestra sociedad tolera y aquello que no. Por que toleramos algunas discriminaciones, por que esa tolerancia nos lleva a aceptar comportamientos que realmente son salvajadas, pero estan tan a la orden del día que ni lo vemos hasta que nos estalla en la cara. 

Y me pregunto si no podríamos juntos reducir esa tasa de dolor que existe en nuestra sociedad y que parece totalmente innecesaria.>>

Lo cierto es que cuando lo he leído esta mañana, he dado un respingo porque me resulta un tema muy familiar, un tema al que le he dado muchas vueltas, ha aparecido en numerosas ocasiones en diversas conversaciones con amigos inteligentes y audaces… para acabar siempre concluyendo en que existe una intolerancia enmascarada en nuestra sociedad.

Y no me refiero tan sólo a intolerancias de tipo más evidente como puede ser el papel de segundas de la mujer, los inmigrantes o las razas, sino a otras mucho más sutiles. Aquellas que se derivan de la longitud del espectro de cada uno. Por ejemplo, ¿por qué la gente educada y coherente que decidimos pensárnoslo dos veces antes de casarnos, enamorarnos, ser madres/padres tenemos que soportar el goteo incesante de palabreo de gente que lo ha pensado mucho menos que nosotros y encima, no está contento con ello? ¿Porqué si decidimos contestar un "y tú, ¿cuando vas a leer tu primer libro?" o "¿cuando vas a dejar de hacer faltas de ortografía?" la sociedad lo equipara inmediatamente a una falta de respeto pero, por lo contrario decir "se te está pasando el arroz" o "¿cuando vais a por el hijo?" no es más que una broma cariñosa?  ¿Porqué tenemos que seguir cambiando nuestros planes para ir a todas las bodas/bautizos que nos invitan y no para ir a otros eventos “menos importantes” como los cumpleaños de amigos queridos? ¿Porqué se considera muy intolerante decir que prefieres irte de vacaciones con ese dinero y tiempo? ¿Porqué soportamos que alguien hable con el móvil diez minutos sin la menor explicación cuando hemos quedado sólo con una persona y no nos largamos? ¿Porqué cuesta tanto definir el umbral de lo tolerante?

En fin… hay muchas paradojas que poco a poco hemos ido aceptando, y cada vez, de manera más sutil están trazando una desigualdad entre la gente ‘eduacada y respsetuosa’ y la que no. Y ojo, que no hace falta tener un doctorado. Hay mucha gente –a la que reverencio- que respeta las opciones de los demás, vive y deja vivir, a pesar de que nunca han pisado una escuela.

El caso es que hoy me han entrado ganas de juntarnos de nuevo con todos esos amigos respetuosos en torno a unas cervezas y volver a abrir un debate. Como de momento el teletransporte no avanza demasiado, éste puede ser un camino –algo menos cálido, pero más práctico- para hacerlo y como mínimo, acabar llamando las cosas por su nombre.

3 comentarios:

  1. Vaya corto más duro e impactante; aunque muestra una situación extrema, también muestra y hace reflexionar sobre la discriminación en la vida cotidiana, tan imbuida desde siempre de esas "pequeñas" tolerancias, que hacen que parezcan normales y por tanto tan difíciles de identificar y más aún de cambiar.

    En cuanto a la gente educada y respetuosa, desde luego que no hace falta tener estudios para eso, lo que hace falta es pensar en los demás; como diría Atticus Finch (un hola a tu lector Atticus :) ) hay que ponerse en la piel de los demás y caminar por ahí con sus zapatos, sólo eso nos llevaría a ser más educados y respetuosos y le haríamos la vida más agradable a los demás. Lo que me lleva a la frase de tu amigo "Y me pregunto si no podríamos juntos reducir esa tasa de dolor que existe en nuestra sociedad y que parece totalmente innecesaria", con la que coincido totalmente; la vida ya tiene su peaje de dolor por defecto: la enfermedad, las dificultades económicas, las tomas de decisiones.. por qué además tenemos que juzgar e intentar imponer nuestras normas de vida al resto, pensando que son las únicas posibles, las correctas, las que 'deberían de ser', en vez de 'dejar ser' al otro, dejándole el camino libre para que busque su propia felicidad.. Anyway ¿una cervecita para seguir charlando? :)

    Gros bisous linda, que tengas un jolie dimanche parisien! tu me manques!

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  2. Lo que son las coincidencias.. me puse a releer un blog que había hecho mi hermano después de un viaje por Marruecos en moto, y mira esta entrada, con los comentarios sobre España de un local que conocieron
    http://arranqueapatada.blogspot.com.es/2009/12/marruecos-2009-dia-6-goulmina-agoudal-o.html
    hay países en los que aún queda taanto camino más por hacer...

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  3. Cristina: Claro, cervecita ya. Totalmente de acuerdo con tu reflexión. No hay nada cómo ponerse en la piel -o zapatos- del otro para poder entender y respetar... Y por eso siempre he pensado que un remedio que haría muy bien a la humanidad es mandar obligatoriamente a cualquier persona a otro país al menos unos meses. ¿Qué mejor manera que ponerse del lado de alguien que necesita ayuda que tú mismo pasar por eso?

    Y respecto al viaje de tu hermano, desde luego, no podemos compararnos de ninguna manera con otras sociedades donde hay una intolerancia tan brutal y descarnada... Y por ahí quería ir este post mío: sobre la intolerancia sutil, esa que no se aprecia desde afuera -porque nadie nos escupe por la calle por ser mujeres- pero sí desde dentro -porque no cumplimos las normas que gente que en otro tiempo nos escupió ahora nos impone-.

    Un besote linda, gracias por pasarte por aquí y pronto nos tomamos algo y seguimos de charleta.

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