miércoles, 5 de noviembre de 2014

PENSAMIENTOS CUÁNTICOS


 Nada recuerdo de ese año salvo que hubo elecciones y que alguien, en una noche que me pareció infinita, juró y perjuró que yo era catalán. Seguí mi camino. Doblé en una esquina. Soplaba con fuerza la tramontana, y recordé que en mi juventud yo deseaba ser muchas personas y ser de muchos lugares al mismo tiempo, pues ser sólo una persona me parecía muy poco. Al doblar otra esquina y azotarme con más fuerza que nunca el viento, constaté algo que hacía ya tiempo que sospechaba. Somos demasiado parecidos a nosotros mismos, y el riesgo estriba en que acabemos pareciéndonos demasiado. A medida que uno vive, progresivamente, se afianza el mismo maniático, el mismo nimio personaje. Doblé otra esquina y desde entonces aún no he despertado de esa pesadilla de despertar de una pesadilla y ver que sigo en el circo de Oklahoma, y no hay salida. 

Señas de identidad, Enrique Vila-Matas.

2 comentarios:

  1. Me asombra ese afán por reivindicar la identidad. Una vez le dijeron a Borges que, según un periódico francés, el no era Borges, a lo que replicó muy tranquilo esto (más o menos): tienen razón, no les desmienta, lo cierto es que yo no soy Borges; soy todas las mujeres que he amado, los libros que he leído, las ciudades que he visitado.

    La identidad tiene límites tan imprecisos que solo existen en la mente del que quisiera tenerlos más nítidos de lo que son. Los que somos mestizos, de culturas más que de cultura, de muchos libros y no de un solo libro, no lo entendemos. Para mí, ser catalán tiene el mismo valor que ser malagueño, occitano o nepalí: ninguno. El valor no lo da el nacimiento ni la cultura de referencia (si existe tal cosa).

    No seré tan ingenuo como para negar las influencias (no deterministas) de la cultura, la lengua y la historia. Pero somos mucho más, futuribles, impredecibles.
    Me aburren estos debates sobre la identidad. Sospecho, como Hume, que se trata de un supuesto indemostrable.

    Por cierto, Villa-Matas me chifla. Si fuera de otro lugar, me gustaría lo mismo.

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  2. Atticus:A mí no me molesta que cada uno se identifique con lo que quiera, mientras eso no haga daño a nadie. Es decir, creo que todos nos podemos identificar como una combinación única de muchos parámetros que definen nuestra vida: lo que hemos leído, nuestros compañeros del colegio, el idioma que hablaban nuestros padres en casa, lo vivido, lo viajado. Y eso es algo que, si bien no nos hace mejores que otras personas, entiendo que pueda hacernos sentir orgullosos en ciertos momentos. Eso si, debate no veo que de para mucho.

    Me encanta la cita de Borges y, por cierto, me recuerda a la cabecera de este blog. En cuanto a Villa-Matas, qué descubrimiento, precisamente estoy devorando estos días un recopilatorio de algunas de sus historias -de donde he sacado la que he puesto en el post- llamado "Chet Baker piensa en su arte" y estoy en el séptimo cielo. Aunque él y yo compartimos ciudad de nacimiento, sospecho que tenemos muchas más cosas de las que hablar.

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