viernes, 5 de diciembre de 2014

EL SUPERPODER DEL EMPEÑO


Es curioso que en la mayoría de los casos somos desconocedores de esa tremenda fuerza que brota de nuestro interior. De esa rarísima que aflora en contadas ocasiones y dice: "A por ello", "esto lo hago por mis ovarios", etc, etc. Es decir, pocas veces nos proponemos seria y ordenadamente conseguir las cosas mediante un plan donde podemos cuantificar el tiempo y el esfuerzo propuesto.

Supongo que a todos nos ha pasado que, en algún momento, nos hemos encontrado en unas circunstancias extremas –tener que pasar un examen, entregar un trabajo, aclarar algún asunto- o… simplemente nos ha apetecido mucho hacer algo –aprender un idioma, un poema, tocar una canción- así que, hemos hecho uso de nuestra cabezonería de bolsillo y hemos insistido hasta la saciedad. Y curiosamente, hemos disfrutado del proceso, con la seguridad y la confianza de que esa serie de esfuerzos sólo nos podía llevar a buen puerto.

Esta tenacidad que viene impulsada por la ilusión, la rivalidad con nosotros mismos o una recompensa satisfactoria, sólo se consigue con un esfuerzo extra, está bien claro. Un esfuerzo que mayor o menor, siempre se puede subdividir en pequeños esfuerzos que no pueden llegar a ser incluso imperceptibles. Por ejemplo, la diferencia de dormir media hora más o menos es poca, pero si eso nos ayuda a acabar a tiempo un proyecto que nos hemos propuesto, puede darnos la llave para abrir la puerta a muchas cosas –por ejemplo, disfrutar de un gran descanso mental después-.

Lo que creo que no hacemos del todo bien en la mayoría de los casos es el hecho de que nos proponemos un reto como algo arduo y temible, en lugar de cómo un juego, una competición –con música de Rocky- donde, de un lado tenemos a nosotros mismos, y del otro el problema, -a ver quién gana-; una carrera de fondo donde, podemos ir midiendo el avance en una escala que sólo uno se fabrica –existen múltiples maneras de “cronometrarse”- con sus pequeñas recompensas en las diferentes etapas. De esta forma, reciclamos este autoempeño, desalojamos el cansancio y el vacío y le damos la bienvenida a la alegría y la energía.

Una manera muy eficaz de aprender a crear la propia carrera consiste en detectar qué es lo que a uno le gusta, le motiva o le engancha, por pequeño que sea. Por ejemplo, hace un tiempo, el equipo de Colored Glasses colgó este juego interactivo de geografía donde uno podía perder horas intentando superar su puntuación al recordar nombres de países o sus capitales. En mi caso, yo he perdido algún que otro ratejo con él, siempre intentando superar mi anterior marca. Eso me llevó a pensar que sería genial encontrar algo parecido para aprender francés, algo ligero, que se pueda hacer en ratos sueltos y que permita generar recuerdos y momentos agradables. Y ha sido una gran sorpresa porque en esa enorme bolsa de recursos de Internet, hay cientos de herramientas diseñadas con este mismo objetivo, basta que pidas por esa boquita.

Esto sólo es un ejemplo, pero afortunadamente, yo soy de las que creen que en este mundo hay más cosas infinitamente divertidas, estimulantes y energéticas que aburridas, soporíferas y cansadas –basta hacerse un recopilatorio de nuestras canciones o poemas favoritos-. Se trata de encontrarlos, identificarlos y comenzar a usarlos. Al fin y al cabo, lo que resulta una pena es que perdamos nuestro valioso tiempo y energía mental en algo que nosotros mismos no hemos escogido.

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