sábado, 14 de junio de 2014

HISTORIAS DE MARCAPÁGINAS



Al igual que hay muchas maneras de leer, también hay muchas maneras de retener y llevar la cuenta de lo leído –o de lo bailado-. Están los que subrayan los libros –en papel o electrónicamente-, los que plegamos la esquina de las páginas y cuando acabamos recopilamos todas las frases que nos interesan, los que confían en su memoria de elefante… Cualquier cosa es válida para llevar la cuenta de las páginas que han pasado por nuestras manos o han hecho vibrar nuestra mente.

Por otra parte, existe un objeto que ha sido testigo mudo de nuestro regocijo con un libro: los marcapáginas. A menudo infravalorados, relegándose en muchas tiendas turística al nivel de imán para la nevera de la cocina, su firme trabajo de señalarnos nuestra trayectoria en la historia de amor con unas páginas es impecable. En mi caso, tengo mis tres o cuatro marcapáginas –regalos valiosísimos de buenos amigos- que llevan años conmigo. También guardo con mucho cariño algunos otros que obtuve al comprar auténticas perlas en librerías de ensueño.

Todos ellos han disfrutado una vida muy digna: han pasado por novelas de todo tipo, libros de poemas, ensayos varios, cómics, libros de haikus, tesis o incluso guías de viajes. Han repasado vocabulario en multitud de idiomas. Fieles a su papel de testigo mudo, han compartido conmigo ese vacío inexplicable, esa satisfacción conclusiva, esos pensamientos al vuelo de un libro recién acabado, esa incertidumbre de no saber qué es lo que vendrá después. Han viajado a casi todos los sitios que pone en mi pasaporte y han sufrido el desgaste típico de los vaivenes de la vida: se han mojado, llenado de arena, manchado de café o de cerveza, sufrido apretujones y pliegues inesperados. Aún así, creo que son felices: saben que en mis estanterías siempre hay una buena cola de libros esperando para ser leídos, por lo que suelen pasar más de una noche sin techo paginado.

Lo más curioso de todo, es que a veces, me da la sensación que tienen vida propia. No puedo afirmarlo con total seguridad, pero más de una vez hubiera jurado que ellos mismos tienen sus propios gustos y han llegado a un acuerdo para intercambiarse de libro o, en otras ocasiones, he encontrado a dos de ellos en el mismo libro sin ser consciente de ello… A veces, me pregunto si esta pequeña familia que hemos formado no estaremos siendo protagonista de una especie de Toy Story y me estaré perdiendo tertulias interesantísimas a mis espaldas.

2 comentarios:

  1. Leo todos los tías tontunas varias y algo de literatura de calidad (el grano y la paja, ya sabes). De cuando en cuando alguien me obsequia con una maravilla; a veces en papel, otras sucede el milagro asomándose al espacio virtual. Pide una columna en un periódico, di que despidan a esos juntaletras pretenciosos. Lo que has escrito es una historia mayúscula, de las que tocan el corazón, una de ésas que todos hubiéramos querido escribir.

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  2. Atticus: ¡Muchísimas gracias! Me hace mucha ilusión tu comentario y sobre todo, viniendo de alguien como tú, un profesional de la literatura.

    De todas formas, creo que exageras... Mi formación literaria no es otra más que la que yo me he ido tejiendo, pero nada profesional, aunque no te niego que no haya soñado con eso alguna vez tampoco.

    En cualquier caso, muchas gracias por esta gran sonrisa de lunes mañanero que me acabas de regalar.

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