domingo, 10 de mayo de 2015

GEOGRAFÍA LITERARIA



Como me suele pasar en casi todas las celebraciones de cumpleaños, uno de los regalos estrella que recibo suelen ser libros -nada de documentos pdf, un libro con su peso y sus hojas, siento la chapadez a la antigua-. Entre este día y el de Sant Jordi, poco menos de un mes después, suelo renovar el 90% de mi biblioteca del año.

El año pasado –mi primer cumpleaños parisino-, recibí montones de libros sobre el Paris más práctico: las calles, los sitios escondidos, los mapas, los cafés, los restaurantes… Eso, unido a esas maravillosas visitas guiadas mensuales que aprovecho siempre que puedo, hace que Paris me siga maravillando cada día más y que cada vez quieras encontrar detalles de lugares más recónditos si cabe.

Este año, como no podía ser de otra manera, también recibí montones de libros pero eso sí, el estilo ha cambiado. Por algún motivo, la gente que me quiere piensa que mi francés ya es suficientemente bueno para leer poesía de Les Fleurs du Mal de Baudelaire; teatro como Les femmes savantes de Molière y novelas de otros autores de renombre traducidas al francés. Además, otros clásicos parisinos –aunque no en francés- como A moveable Feast de Hemingway, Down and Out in Paris and London de Orwell, o Paris no se acaba nunca de Enrique Vila–Matas, están ahí esperando su turno.

El caso, es con esta avalancha de literatura de otro nivel –ya no estamos hablando del Petit Nicolas de Goscinny, con todos mis respetos y mi amor por estos libros que me han hecho pasar muy buenos momentos desde hace muchos años-, me acordé de este magnífico mapa literario de Londres con el que di hace tiempo, en el que, de un plumazo, muestra gran parte de la literatura londinese en los lugares en los que ha pasado –ojo al reto-.

En Paris, no he encontrado al análogo a esta maravilla, pero si que encontrado esta aplicación literaria, mucho menos completa y menos estética, pero util, al fin y al cabo. Si se mira con detalle, se puede descubrir información muy interesante que complementa a la que cada uno traemos de fábrica. En mi caso, desde ya, voy a empezar a dedicar un mapa parisino a las rutas literarias, que en el fondo son la ruta de nuestras vidas –como indicaba ya Borges y reproduce la cabecera de estos lares timoneros-.

A veces, una ciudad puede ser en sí misma un fermento de actividad intelectual. Sobre todo cuando en ella confluyen y se amalgaman vectores ideológicos llegados de distintas latitudes: de esa confrontación nace un mestizaje enriquecedor. Es lo que ocurrió en París inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. En el crisol vecino al Sena hirvieron juntas las ideas de Marx y las de Freud, las de Husserl y Heidegger con las de Bergson y Kierkegaard, las de Bakunin y el Marqués de Sade con los estilos narrativos de Faulkner y Dos Passos, o los dramáticos de Ibsen y Strindberg, el solipsismo de Max Stirner con el pesimismo de Giacomo Leopardi y las aporras de Kafka... Todo ello al ritmo de John Ford o Jean Renoir. El resultado no fue solamente una nueva forma de pensar, sino también una actitud vital frente a la política, el sexo, el arte... y los restos de un mundo dividido, convaleciente de una guerra atroz enfermo ya de otra guerra, fría en este caso pero no menos cruel ni decisiva. En ese marco sólo se hallaron soluciones transitorias y dudosas, pero se plantearon los problemas que de verdad importaban. Quizá en ningún momento ni en ningún lugar se pueda pedir más.  

Lugares con genio. Fernando Savater

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