Cojo aire, e intento bucear en el ritmo vertiginoso que me lleva de la mano. La vida está hecha para trapecistas, para aquellos que dando un salto mortal, pueden esquivar cualquier riesgo.
A veces, tengo la falsa ilusión de que todo está en calma, de que todo es nítido, de que la vida es una operación fácil. Nada más cierto de la realidad, es entonces cuando se están cocinando los nuevos vuelcos, las nuevas empentas. El ojo del huracán.
Hubo un tiempo en que -inocencia o ignorancia- confiaba plenamente en esas calmas aguadas. Ahora, las temo y las espero, se crea esa envoltura expectante a mi alrededor que acaba siendo el motor de mi vida. Y todavía, apunto de zambullirme en la tempestad, no dejo de preguntarme si me salté la salida fácil.
No habrá nunca una puerta. Estás adentro
y el alcázar abarca el universo
y no tiene ni anverso ni reverso
ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino,
que tercamente se bifurca en otro,
tendrá fin. Es de hierro tu destino
como tu juez. No aguardes la embestida
del toro que es un hombre y cuya extraña
forma plural da horror a la maraña
de interminable piedra entretejida.
No existe. Nada esperes. Ni siquiera
en el negro crepúsculo de la fiera.
Labertinto. Jorge Luis Borges.
Adiós
Hace 4 años
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