lunes, 1 de noviembre de 2010

PICADILLO

Me interesan mucho los momentos de rompida de hielo en las relaciones personales. Generalmente nos forjamos una idea preconcebida de una persona basada en una apariencia física y unas cuantas conversaciones quizá no muy representativas. En algunas ocasiones, ya sea por timidez que tensa las cuerdas, o por alguno de los pequeños traumas que todos llevamos almacenados, forjamos un muro invisible y apantallado que nos entorpece la comunicación. Este muro, además, tiene el poder de crecer con el tiempo, ya que suele provocar nerviosismo, inseguridad y desconfianza retroalimentada.

Sin embargo, si somos afortunados, suele aparecer un momento glorioso en que, por una determinada causa –generalmente suele ser el bendito alcohol o una fiesta llena de gente con ganas de pasar un buen rato-, aparece un buen machete que tritura la roca y nos hace relajarnos, soltar tonterías y mostrar nuestro lado más auténtico de manera que, la timidez se derrite y surge ante nuestros ojos una nueva faceta que encapsular al que estuvo al otro lado del muro. A veces encontramos una misma afición, otras un sentido del humor parecido, otras una simpatía innata, otras una admiración mezclada con compañerismo. En cualquier caso, todo se torna un baile fluido, relajado y suave. Una misma lengua.



Adoro esos momentos de rotura en los que se derrochan guiños compartidos y te preguntas cómo el cerebro puede provocar espejismos en forma de ideas preconcebidas. En mi caso, guardo mi lista persona de roturas de hielos con infinito cariño. Siempre me han proporcionado felicidad y personas auténticas. Muchas me han regalado una amistad larga y duradera. Un brindis con hielo pulverizado.

2 comentarios:

  1. I love that movie!!
    Besos de hielo triturado, si lo encuentras, claro! ;)

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  2. Anónimo/a: Si, las dos pelis de Antes de... son geniales, ¿verdad?

    Claro, como ya no hay hielo, los cubatas son calentorros... ;) Más besos para tí.

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