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El caso es que al final del maratón, nos aguarda gente antigua y conocida, abrazos que saben a dados –pero no importa en absoluto-, risas, cantos, charlas, descanso, juegos, desenfreno… En definitiva, tanta gente que llevan tanto tiempo en tu lista de imprescindibles, que al reencontrarnos hasta llega a hacer daño el calor hirviente del abrazo. Tanta y tanta gente esencial en tan poco espacio. Unas vacaciones extensas pero inmensamente cortas. Nos vemos en la meta.
El exilio, cualquier exilio, es el comienzo de otra historia. Es dolor y a la vez descubrimiento. Uno siente nostalgia de esquinas y arboledas, de lagos y viñedos. Las paredes son otras, el suelo verde es otro. El cielo sin Vía Láctea está vacío. Uno acomoda la conciencia en la mochila y aprende del escándalo imprevisto y del sosiego huraño. Los rostros más constantes oscilan entre la furia y la sonrisa. Las profecías se hacen polvo y el corazón se va de vacaciones.
Mario Benedetti. Vivir adrede.
te esperamos !!!!
ResponderEliminarmuxus
Clavelinas: ¡¡Gracias!!
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