lunes, 10 de diciembre de 2012

DE SUR A NORTE Y VICEVERSA

Acabo de volver de unos días suaves y luminosos en el sur de los sures europeos o en el norte de los nortes africanos, de ese país fronterizo entre dos continentes, dos culturas y demasiada historia: Marruecos. Este año mi alma aventurera ha visitado nada menos que tres continentes: África, América y Europa.

Puede parecer que cuatro días no dan para mucho y en efecto, se que sólo he llegado a saborear un ápice de todo lo que este inmenso país puede ofrecer, pero aún así os contaré que es en ese límite de fronteras naturales marcadas por una ranura de dieciséis kilómetros donde se fusionan dos culturas extrañamente similares y diferentes al mismo tiempo, que todo resulta vagamente familiar y chocante a partes iguales, que las costuras de las ciudades andaluzas se convierten en las vértebras de las marroquíes y viceversa, que la música, los olores, la distribución de las casas, el carácter de la gente e incluso su aspecto físico evidencian la huella histórica de los antepasados.

Que Chefchouen es un Albayzín o Sacromonte –según la perspectiva desde la que se mire- de color azul desde la que es fácil identificarse con el paraíso, que Assilah tiene multitud de murales de colores vertiginosos que concursan en su medina, que Tetuán está plagado de símbolos de una España reciente, que Tánger engrosa esa enciclopedia de ciudades fronterizas, entre canalla y grotesca, donde el peligro y la aventura están a la orden del día.

Que la dieta marroquí consiste en cous-cous, tagines variados y pastela, que todos saben exquisitos pero no hay demasiada variedad, que –sin embargo- no tiene precio cenar en casas de Mohammed mientras Yamal –un abrazo desde aquí- y sus amigos comentan los documentales sobre leones y jirafas en árabe, que Abdulito puede llegar a convencerte de que en el papel de saco de cemento se pintan los mejores murales sobre la mujer, la música y el agua que jamás hayas visto, que puedes compartir medio glúteo en un taxi compartido con siete personas para ir a más de una hora de allí por menos de dos euros por persona, que los guiris –casi en su gran mayoría españoles- somos carne de carroña para los comerciantes que están compinchados con sus amigos vendedores de alfombras.

Que la hospitalidad y generosidad del pueblo marroquí es apabullante, que ser mujer allí es algo bastante más indignante que serlo en otra cultura, que Ben Salam te puede ofrecer refugio, prepararte crepes, explicarte la historia de los bereberes o darte clases de árabe en un abrir y cerrar de ojos, que hacer el cambio dirham-euro es más complicado de lo que parece, que puedes entablar conversación con un fabricante de pulseras de hilo y llevarte una salida del horno al cabo de un rato, que desde el estrecho de Gibraltar no se ve Gibraltar, sino un África perfectamente delineada, que el dueño del taller de bolsos y calzado en una callejuela de Chauen no regatea ni un centavo de su trabajo perfectamente acabado, que canciones que nunca has escuchado antes pueden acabar acompañándote todo el viaje.

Que desconectar cuatro días de las tecnologías, de las prisas, de las comodidades y de las ciudades, resulta una de las mejores maneras de oxigenar tu cerebro, tu alma y tus miras. Que llenarte de continentes, países, historias y vivencias es uno de los motivos por los que vale la pena estar vivo. Que viajar a Marruecos nunca ha sido tan fácil. Un besote a Gabi desde aquí.


2 comentarios:

  1. Guapiii!!!
    Comparto plenamente tu opinión de que viajar es imprescindible para oxigenar el alma.
    Gracias por descubrirnos Marruecos!!!
    Que ganas de darte un abrazoteee!!!
    Muaaaa

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  2. Trizia: ¡Cariiii!

    Lo se, lo se... Una viajera nata como tú sabe que vajar es la solución para todos los problemas :)
    ¡Me muero de ganas de que me cuentes tu viaja a la India!

    Mil besos

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