miércoles, 5 de noviembre de 2008

INSTANTES DE PAPEL

Siempre me ha fascinado como se puede capturar en un segundo una imagen, y ver como nuestra percepción de ese pedazo de papel, varía con el tiempo. Muchas veces nos sorprendemos en el momento en que tomamos las instantánea, al percibir un resultado tan diferente del que tenemos en nuestra retina. En otras, en cambio, el cambio viene después, cuando años más tarde desempolvamos las fotos y nos damos cuenta de la mirada tan triste que teníamos en ese momento, echamos de menos cualquier acción rutinaria que nunca percibimos como demasiado especial o reparamos en la belleza de un rincón de una ciudad exprimida durante años.

Quizá estos cambios sean más acuciantes en las personas. Partiendo de la base de que somos incapaces de observarnos a nosotros mismos con los mismos ojos que nos ven los demás -los espejos nos invierten y las fotos nos fijan en el tiempo- tenemos que fiarnos de ellos para obtener idea aproximada. Sin embargo, casi siempre nos encontramos a personas totalmente diferentes a quienes somos hoy, física y mentalmente. Para esto último, basta echar un vistazo a nuestra biblioteca o nuestra discografía de hace diez años. Normalmente, hemos divergido apreciablemente. El maestro Arturo Pérez-Reverte lo describe brillantemente en este fragmento de La Reina del Sur

Tal vez, como ocurre en la mayor parte de las fotografías, la expresión era casual: un instante cualquiera, el azar fijado en la película. Pero cómo no aventurarse ahora, con la lección sabida, a interpretar. A menudo las imágenes y las situaciones y las fotos no lo son del todo hasta que llegan los acontecimientos posteriores; como si quedaran en suspenso, provisionales, para verse confirmadas o desmentidas más tarde. Nos hacemos fotos, no con objeto de recordar, sino para completarlas después con el resto de nuestras vidas. Por eso hay fotos que aciertan y fotos que no. Imágenes que el tiempo pone en su lugar, atribuyendo a unas su auténtico significado, y negando otras que se apagan solas, igual que si los colores se borraran con el tiempo.


Claro está, las circunstancias nos han ido modelando, amasando hacia otras direcciones… Por mucho que lo intentemos, nunca estaremos en una burbuja, y la menor brizna de aire, nos ha podido girar la veleta unos cuantos grados. Aún así, aunque no lo percibamos, llevamos una función acumulada de nuestras experiencias, y eso es lo que ayuda a que nuestros principios, nuestros valores, nuestras promesas no se desmigajen con los años…

Somos entes cambiantes en el tiempo, somos imprevisibles, indeterministas. Si no fuera así, tenemos suficientes puntos en nuestro pasado como para poder interpolar la función de nuestra vida. En este contexto, el arrepentimiento no existe, ya que la decisión que tomamos en aquel momento, la tomó la persona que éramos entonces, con las convicciones que teníamos entonces y que nos llevó a pensar que aquella decisión es la correcta. Por eso mismo, no existe el parasiempre, porque en este preciso instante, leyendo estas líneas, se te puede suceder algo que te lleve a tu propia antípoda…

4 comentarios:

  1. C. Dubitatus: No te me pongas triste, que te conozco... Un abrazote enoooormeee.

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  2. Que bonito y que duro al mismo tiempo....

    Me has puesto la carne de gallina !

    Abracisimos.

    Manù.

    (aunque me gustaria creer que existen certezas que si puedan durar para siempre...)

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  3. Manu: Gracias, corazón. Es duro, pero la parte buena es que nada está escrito... Y que las cosas más impensables están aún por llegar... Un besote

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