martes, 1 de diciembre de 2009

SOMBRA MUSICAL



No tengo demasiado claro el proceso que me llevó a levantarme la primera en mi casa aquel domingo por la mañana cuando tenía unos diez años –si bien no es muy sorprendente, nunca supe dormir mucho-. Toda mi familia dormía, así que sigilosa, cerré la puerta del comedor, y me dispuse a leer un rato hasta que hubiera actividad mientras ponía la televisión para escuchar uno de los casi siempre magníficos conciertos de la Orquesta Nacional de España.

A partir de allí, puedo reproducir con precisión la colección de minutos intensos, densos y rugosos que pasé con el alma encogida, y unas ganas terribles de atrapar aquel momento y no soltarlo nunca, de que todo se parara, de quedarme siempre en ese instante. Recuerdo que escuché las primeras notas de esa viola desgarrada de Yuri Bashmet, interpretando la intimísima Trauermusik –la música de la tristeza- de Paul Hindemith.

Aquella fue la primera vez que me dí cuenta de que el ser humano es capaz de crear algo parecido al infinito, y que –por lo que parecía- sólo en privilegiados instantes podríamos viajar allí.

¿Conoce cómo se abrazan los sonidos de una viola y un violín? La viola emite una frecuencia avinagrada y rugosa; el violín, punzante y afilada. Pero juntos confoman un solo cuerpo, un cuerpo perfecto, simple, vigoroso, pues están hechos el uno para el otro.

El coleccionista de sonidos. Gabriel Trias de Bes.

2 comentarios:

  1. Decía Schopenhauer que la música era la manifestación abstracta de la voluntad, la esencia, lo que somos antes de la representación.

    Esa metafísica la puede entender un niño, por lo tanto tiene ser verdad.

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  2. HombreRevenido: En el fondo la metafísica es el arte de nombrar lo innombrable, ¿no?. Perfecta descripción de Schopenhauer. En mi caso, es la música con diferencia la que me hace traspasar esa frontera.

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