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Del mismo modo, esa dualidad se nos traslada como seres humanos: también existen dos tipos de personas, las que les gusta la montaña o la playa, el frío o el calor –estas dos cosas suelen ir estrechamente relacionadas-, los diurnos o los nocturnos –es decir, los que encuentran su mejor momento con la luz y la mañana o con la oscuridad, y la noche-, los valientes o los cobardes –es decir, las personas que ante las dos opciones de la vida, se decantan por arriesgar o por conformarse-.
Al final, los grises no permanecen, son términos vagos, mezclas de dos situaciones reencontradas, la blanca y la negra, que nos permiten sostenernos una temporada, pero que, al final, dependiendo del material del que estemos hecho, o bien nos tornamos gris perla, y palidecemos en el blanco o bien, nos acercamos al gris parduzco y tendemos inevitablemente hacia el negro.
En el fondo, la vida es requetesimple: se divide en gente con la que te ves obligada a hablar mientras tomas una copa, y gente con la que puedes beber durante horas en silencio. Gente que sabe, o que intuye lo suficiente para que sobren las palabras, y que está contigo sin estar del todo. Sólo ahí, nomás. Y a lo mejor este es el caso, aunque ignoro a qué sitio nos lleva eso. A qué nueva variante de la palabra soledad.
Arturo Pérez-Reverte, La Reina del Sur
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