domingo, 8 de marzo de 2009

FUTURAMA

No se si habéis escuchado alguna vez que el ser humano era capaz de adquirir todo el conocimiento desarrollado por otros humanos hasta la época de Newton. Era entonces cuando cualquier persona que se pusiera a estudiar como loco –más conocida como humanista- podía saber de ciencia, música, arte, literatura, carpintería o todo lo que se le echara por delante.

Para bien o para mal, hemos nacido un par de siglos más tarde que todo eso, y hoy día solo podemos llegar a saber un pequeño ápice de todo el conocimiento que nos inunda –además de aprender a desenvolvernos en una vida con normas cada vez más complicadas, que no es poco-.

No se vosotros, pero yo a veces siento que estamos realizando un derroche de energía en el aprendizaje. Una persona -pongamos, por ejemplo, un premio Nobel- dedica los primeros 30 años de su vida a formarse y adquirir unos conocimientos que necesita en un campo particular de la ciencia para poder aportar algo nuevo a ella. En los siguientes 30 años, con mucha suerte, elabora y consigue algunos avances científicos, y quizá -en el caso de los escasísimos genios- su legado sea uno o dos descubrimientos importantes. Después, como todavía no se ha patentado la inmortalidad –qué alivio- esa persona muere unos, como mucho, 30 años mas tarde, durante los cuales se dedica a curar los achaques de la vejez con lo que, la siguiente persona que nazca, ha de volver a reandar toooodo el camino que el anterior genio hizo. Y esto en el caso óptimo. Yo encuentro que es ... demasiada energía malgastada, ¿no creéis?

Seria genial que uno pudiera condensar en un microchip, toda la información que ese anterior genio disponía en su cerebro, y la siguiente generación se lo implantara directamente al nacer, de modo que no malgastáramos inútilmente nuestros primeros 30 años aprendiendo cosas tan básicas... Yo siempre me preguntaba qué había aprendido en 5º EGB que no hubiera dado ya en 3º EGB… ¿Los números romanos tal vez?. Imaginad, por el contrario, que todos dispusiéramos del microchip de los idiomas, matemáticas básicas, literatura, etc...

Si, ya se que suena a novela de Isaac Asimov. Y ya se que eso conllevaría, además de un gran riesgo de clasismo e incomunicación entre personas con diferentes microchips -algo así al Mundo Feliz de Huxley- sino a nuestra extinción como seres humanos que actualmente somos, a una perdida de placer en el aprender cosas por uno mismo y saborear el aprendizaje de las cosas... Sin embargo, creo que no estamos tan lejos de una cosa así... Del día en que abramos la puerta de nuestra aula del colegio y nos encontremos a unos niñitos de cinco años, que hayan elegido el microchip de, ciencias, -de las antiguas ¿tú de que eres, ciencias o letras?- desarrollando la teoría del teletransporte, por ejemplo.

Lo mejor para la tristeza –contestó Merlín, empezando a soplar y resoplar- es aprender algo. Es lo único que no falla nunca. Puedes envejecer y sentir toda tu anatomía temblorosa; puedes permanecer durante horas por la noche escuchando el desorden de tus venas; puedes echar de menos a tu único amor, puedes ver al mundo a tu alrededor devastado por locos perversos; o saber que tu honor es pisoteado por las cloacas de inteligencias inferiores. Entonces sólo hay una cosa posible: aprender. Aprender por qué se mueve el mundo y lo que hace que se mueva. Es lo único que la inteligencia no puede agotar, ni alienar, que nunca la torturará, que nunca le inspirará miedo ni desconfianza y que nunca soñará con lamentar, de la que nunca se arrepentirá. Aprender es lo que te conviene. Mira la cantidad de cosas que puedes aprender: la ciencia pura, la única pureza que existe. Entonces puedes aprender astronomía en el espacio de una vida, historia natural en tres, literatura en seis. Y entonces después de haber agotado un millón de vidas en biología y medicina y teología y geografía e historia y economía, pues, entonces puedes empezar a hacer una rueda de carreta con la madera apropiada, o pasar cincuenta años aprendiendo a empezar a vencer a tu contrincante en esgrima. Y después de eso, puedes empezar de nuevo con las matemáticas hasta que sea tiempo de aprende a arar la tierra.

Terence White. The Once and Future King

1 comentario:

  1. ¡Hola Antonio! Vaya me alegro que te dejes por ver por aquí y de manera tan... ¡extensa! Y quien mejor que un filósofo como tú para discutir estas cuestiones. ¡Muchas gracias!

    Estoy de acuerdo en lo que comentas: el chip solo sería el cd de instalación mientras que, el sistema operativo tendríamos que ser nosotros.

    Me ha resultado muy interesante el mecanismo que realiza el cerebro para aprender, relacionando otros elementos ya guardados. Pero entonces: ¿cómo aprendemos por primera vez? ¿A base de percepciones? ¿O como aprendemos algo totalmente nuevo, cómo por ejemplo una ciencia abstracta como las matemáticas, sin capacidad de relacionarlo con algo que hayamos vivido antes? Mmm... Tenemos que echar unas tapas un día y me lo cuentas.

    Un abrazo grande y mucha felicidad para ti también.

    ¡No tenía ni idea que Zipi y Zape habían propuesto ya el tema del microchip! Alucinada me dejas.

    ResponderEliminar